Cuando el viento aulla
o la fiereza de la niñez
x andrea
11/5/20252 min read


Este es un comentario personal sobre la obra de Erika Torres a la que tanto admiro, esta mujer es una genia salida de la península de Yucatán, que tiene una investigación escénica interesantísima en muchos aspectos. Su obra posee una marca autoral con elementos que integra como un sello y que se vuelven clásicos: las banderas, la organización coreográfica a partir de la proporción áurea, la mezcla entre una dramaturgia clásica y un discurso actual o el engarzamiento de las escenas con movimientos corales, entre otros, yo sugeriría, comprobarlo en persona.
Cuando el viento aúlla (danzas para la transformación), es un ritual que invoca diferentes estadios: una marcha, una lucha, una danza, un paisaje, es una pieza llena de emociones complejas, de artistas entregadas a su oficio y talento. Las actrices se desafían de un lugar a otro, cruzan en perfecta sintonía, se dejan observar con la fiereza de quien no ha perdido la niñez, con la soberbia propia de una artista.
La forma en la que las actrices asumen su papel: te atropella, en verdad, he visto gente de profesional sin el deseo de asumir la ficción como propia, sin esa fuerza, once niñas que hacen retumbar el piso cuál advertencia. Lo valioso de una obra de estas características, tiene que ver con la entereza con la que se guía este proceso, con el amor y la generosidad de su instrucción, con la comunicación que se entabla uno a uno; me atrevería a decir que en ese universo, son intérpretes rebotando ideas sobre la escena y construyendo verdades, hablando de cosas que les atraviesan, sin pretensiones, sin remordimientos.
Todo esto me hace reflexionar, qué pasaría si tuviéramos educación artística de calidad desde la niñez, en que permearía esto dentro del tejido social y que efectos tendría en nuestras autoestimas.